A veces un pequeño detalle, insignificante para nosotros, puede ser de suma importancia para el otro. Muchas veces, por no decir siempre, eso que nos parece vano, innecesario, de más, sin importancia y hasta obvio; puede ser lo más y lo único importante para los demás. Y aún si no fuera para el otro lo más importante, siempre es el detalle el que hace la diferencia. Así, una simple flor puede ser mejor regalo que una ramo de carísimas rosas, si aquella flor resultase ser la indicada; como por ejemplo su flor favorita o la misma que en la primera cita. Muchas veces se nos da por creer, que la escala de valores que le otorgamos a las cosas, a las personas, a los sentimientos, a todo nuestro mundo en general; es necesariamente igual a la de los demás y derrepente nos encontramos yendo por la vida diciendo <no entiendo cómo puede enojarse por eso> , <cómo puede haberse olvidado de tal cosa> o <cómo puede ser tan insensible>. Somos jueces con nue...