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Mostrando entradas de enero, 2011

Manuel

Y resultó que Manuel, no era el Manuel que Sofía había estado buscando. Y eso que ella no había llenado formularios, ni pedía muchos requisitos. Pero Manuel, no era ese Manuel, al menos por ahora. -Gracias por existir- le dijo después de besarlo en la nariz; se dió media vuelta y se fue pensando -No creo que jamás lo sea, pero al menos es un Manuel menos para encontrar al correcto- mientras arrastraba los pies por el pasillo.

Amar

Sé Pocas cosas, pero todas tienen que ver con amar y ser amado, con respetarse y aceptarse. Ninguna de ellas tiene que ver con someterse, sino con aprender y tolerar. Y es que AMAR no se trata de fundirse y perderse en el otro; se trata de individuos que crecen juntos Aceptar al otro es tenerle Fe, respetar sus tiempos, sus espacios, entender sus silencios y esperar sus señales. Para aceptar primero hay que conocer, lo que se ve del otro y lo que no se ve; y así puedo decir TE CONOZCO, y porque te conozco, TE ELIJO, y porque te elijo TE ACEPTO, y porque me aceptas SOY FELIZ. Aceptar al otro es aceptar lo mejor de nosotros mismos.

Un cuento de hadas

Sofía creía haberse enamorado, como se enamoran todas las chicas de su edad. Ciertamente lo había hecho, pero no como todas las otras. Amaba sus palabras, sus ojos, el olor a su piel, lo suave de su cabello. Y decía que él amaba el color de su voz, el sabor de su mirada y el olor de sus besos. Se amaban tanto, que tenían un país inventado, que digo un país, un mundo entero, donde el cielo permanecía en la aurora y los árboles eran todos de moras. Ella lo amaba, como todas las chicas de su edad aman, él la amaba, como las aman a todas las chicas de su edad; Se amaban tanto, que en un lugar se les acabó el amor y no se dieron cuenta. Sofía creía haberse enamorado pero, los cuentos de hadas son sólo eso, ella debió saberlo.

Déjame pedirte sólo una cosa

Celebración de la amistad /1 En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre. En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave; pana por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por… -Llave por llave - me dice Mario Benedetti. Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron.                                                                       Eduardo Galeano - El libro de los abrazos. Y en la distancia, y en situaciones como esta, sólo quiero pedirte una cosa, y sabes bien que yo nunca te he pedido nada, pero a esto no me digas no. Quiero que lleves siempre contigo mi llave, a donde quieras que vayas, de donde sea que ...

Aún te abundan las flores

La uva y el vino Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto: - La uva – le susurró – está hecha de vino. Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos. Eduardo Galeano - El libro de los Abrazos .  "Quizás nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos" ... Y sin duda confirmo, ¡Eso sos!, las palabras que cuentan quién sos. Es algo difícil de ver para muchos, porque algunos no saben leer; y a mí me gustan tanto las letras, que te leí antes de mirarte. Dulzura, paciencia, miedo (también estás hecho de miedo). Suavidad, sinceridad, transparencia, felicidad, pureza, dolor (y alguien también te escribió DOLOR en los huesos) Sueños, muchos sueños (Aún conservo cajones llenos de tus sueños) Esperanza, Anhelo, recuerdos (Todos estamos hechos de recuerdos, de todos los colores) Bondad, caridad, cariño, locuras, desaliento (Sin darte cuen...

Cuestión de creer.

Me gustan las luciérnagas, dijo Sofía mientras lo miraba a los ojos y sin dejar espacio a palabras le dio un beso en la mejilla. Su rostro se volvió de un tono rojizo y ya no supo qué decir, entonces ella lo tomó de la mano y lo acercó a la orilla. Ves, ahí están las estrellas que te había prometido, las que te iba guardando. Las puse acá para no olvidarlas, aseguró mientras acercaba su mano al agua para tomar una estrella. Apretó entre los dedos un puñado de agua y le dijo, abrí tu mano, y con suavidad dejó caer el agua fría en la palma del muchacho. Ves, todos podemos tener una estrella, es sólo cuestión de creerlo. Se dio media vuelta y se alejó del agua diciendo, me gustan las luciérnagas.