Oigo tu voz, pero tu voz no me habla. Te grito en silencio y no me escuchas. ¿Dónde estás? ¿Dónde te has metido?. Pequeño y sigiloso como siempre has sido, te veo pero no puedo tocarte. Y de pronto, así de la nada elijo meterte al fondo de un cajón olvidado, quizás ahí desaparezcas para siempre y pueda por fin dejarte yo de molestarte. Pero no, quizás no sirva de nada, porque deberías desaparecer desde siempre y no para siempre. ¿Y cómo hago ahora para que nunca hayas existido? si, aunque te fueras al final del universo, aquel beso que te dí irá a buscarte, tan sólo para torturarme. ¿Y cómo hago ahora para no haberte conocido? si, aunque quitara de un borrón todas las fotos, tu sonrisa mañanera vendrá a despertarme en algún sueño que yo no elijo. ¿Y cómo hago ahora para no saber tu nombre? si, aunque olvidara todas las letras con las que escribo, aún sabré Juan, que te llamas Francisco... ¿Cómo hago ahora? si oigo tu voz, pero ya no canta para mí, ni a mi oído... Quizás sea ...