...Su abrigo gris y un baúl lleno de libros, que arrastó a través del umbral, eran sus únicas pertenencias. Nada de lo que dejaba atrás formaba parte ya siquiera de su pasado.
Mientras subía al taxi se detuvo un instante a mirar, la casa, las flores, el perro que confundido le ladraba y en aquel vistazo fugaz descubrió dos ojos húmedos que desbordados la miraban. No habían cambiado nada desde el día en que la enamoraron, sólo fue ella que, con el tiempo, había olvidado mirarlos...
Mientras subía al taxi se detuvo un instante a mirar, la casa, las flores, el perro que confundido le ladraba y en aquel vistazo fugaz descubrió dos ojos húmedos que desbordados la miraban. No habían cambiado nada desde el día en que la enamoraron, sólo fue ella que, con el tiempo, había olvidado mirarlos...
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